jueves, 19 de junio de 2014

Jornadas Internacionales de LIJ






















POESÍA INFANTIL LATINOAMERICANA DE TRADICIÓN ORAL
A cargo de Liliana Cinetto (Argentina)
Ponencia presentada el miércoles 21 y jueves 22 de mayo de 2014 en Ushuaia y Río Grande, Tierra del Fuego.
Difícil escribir poesía. Hay que hacerlo en puntas de pie, con dedos temblorosos, golpe a golpe y verso a verso. Porque la poesía es escurridiza, mañosa, irreverente... Porque la poesía atraviesa las fronteras de la lógica, tan confiable, y nos sumerge como dice Marcelo Di Marco (1), "en las inesperadas incertezas de lo analógico". Porque la poesía suele despojarse del lenguaje funcional, utilitario, denotativo, para hablarnos de ese modo único en el que se entremezcla la connotación, el no decir, la sugerencia... Y si bien esto la convierte en uno de los géneros literarios más desafiantes y más irreductibles, más rebeldes y más indómitos, es a la vez una de las razones por las que los niños aman la poesía. Porque la aman. Incondicionalmente. Es más: la poesía los hace felices. Ellos más que nadie son capaces de disfrutar de textos donde el lenguaje que es puro juego prescinde incluso del significado. Y la disfrutan desde que la escuchan por primera vez enredada en una voz cálida y amorosa que les da abrigo, tibieza, refugio, alimento... La aman y la disfrutan aunque no la entienden como tampoco entienden ese mundo que les resulta por momentos hostil y que están descubriendo a través de olores, sombras, texturas, sabores, sonidos... La aman y la disfrutan porque cuando sienten frío o hambre o dolor o temor la poesía los acuna, les canta, los encanta y se transforma en bálsamo y caricia. Así, esas palabras que son puro sonido, puro arrullo, puro mimo, se vuelven reparadoras y mágicas, como era en un principio, cuando los seres humanos las crearon y les atribuyeron poderes. Esto no es casual ya que las etapas de evolución de un niño remedan las etapas de evolución de la humanidad. Por eso aquella primerísima palabra fundante y sanadora es la misma que, casi como un conjuro, exorciza miedos, tristezas y nanas en el "Sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana...". Es la que invoca al sueño en "Duérmase, mi niño, duérmase, mi amor, duérmase, pedazo de mi corazón...". Es la que se burla de la tormenta, cuando tararea "Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva..."
Las nanas o canciones de cuna son el primer contacto que los niños tienen con la literatura y detrás de ellas llegan (o deberían llegar) las canciones, los juegos de palabras, las retahílas, las rondas, los trabalenguas, las adivinanzas, las suertes y todo el repertorio de la poesía de tradición oral. Viejas de toda vejez, las poesías populares, folklóricas, de tradición oral, anónimas, perfectas, antiquísimas, ancestrales, irreemplazables... abren para el niño las puertas de la literatura y lo invitan a entrar a un mundo de fantasía donde todo es posible y donde lo esperan más poesías, escritas eso sí con nombre y apellido, historias tradicionales y de autor, libros... Es en esas poesías de tradición oral donde nace y se nutre la literatura. Es en ellas donde comienza a palpitarse la literatura. Es gracias a ellas que nuestros oídos y nuestro corazón se preparan para todo lo que la literatura nos depara. Con la poesía de tradicional oral, el niño entabla un vínculo inicial y único, porque está teñido de afecto y porque esa poesía está casi siempre asociada al juego, al placer, a la diversión, a la risa... Por eso a lo largo de la existencia, va a despertar nuestra memoria emotiva y va a evocar consciente o inconscientemente momentos que nos fueron gratos, desde las primeras e indefinidas sensaciones en los brazos de mamá hasta la hora del recreo en el patio de la escuela. Eso, claro, si tuvimos la suerte de que la poesía de tradición oral impregnara nuestra infancia y dejara huellas indelebles en el alma.
Bajo su aparente sencillez, las poesías de tradición oral nos hablan con la voz ancestral del comienzo de los tiempos. Igual que sus parientes, los cuentos populares, han sobrevivido a fuerza de ser repetidas una y otra vez por los siglos de los siglos y en esa transmisión oral es donde se fueron puliendo, mejorando, perfeccionando y a la vez donde adoptaron la variedad y multiplicidad de todo texto folklórico que viaja por el tiempo y por el mundo en diferentes versiones. No hay que hacer con ellas una disección intelectual en busca de mensajes dudosos o peligrosos, como hacen los ignorantes que acusan a los cuentos tradicionales de misóginos, crueles o soeces desconociendo los valores fundamentales y la sabiduría que estos encierran y el contexto histórico en el que fueron creados. Y digo esto porque hace poco escuché que alguien cuestionaba (si es que no proponía prohibir), el "Arroz con leche" con el burdo argumento de que puede generar confusión sexual en las niñas cantar que se quieren casar con una señorita de San Nicolás. Tal vez esta persona debería leer un poco (leer siempre es recomendable para no decir estupideces) y se enteraría de que el origen de las rondas es milenario y ritual, que las rondas evocan escenarios iniciáticos, en los que los hombres primitivos se reunían y que todos los elementos que forman parte de ellas -acciones, movimientos, gestos, palabras, ritmos y personajes e incluso la figura del círculo que se forma al hacer una ronda- tienen un valor simbólico, no literal. Lo mismo ocurre con otros juegos de la tradición oral como "La paloma blanca" que según Ana Pellegrín (2), condensan actos expresivos diversos (lenguaje verbal, gestual y sonoro en el espacio y el tiempo), y tienen características del texto dramático. Es imposible analizar el "Arroz con leche" y todo otro texto de tradición oral (cuento o poesía), con una mirada llena de prejuicios de este tipo. También es imposible tratar de encontrarles una lógica, una explicación, un significado... Es probable que aquello que nos parece irracional tenga su origen en antiguas costumbres o viejas tradiciones que desconocemos. Tal vez influyó en los versos del arroz con leche la práctica de arrojar arroz a los recién casados. Poco importa. Lo que sí importa es la alegría que un niño puede sentir al escuchar esa y otras poesías de tradición oral, la misma alegría genuina e inocente que por generaciones y generaciones han sentido los niños al tener contacto con ellas. Tal vez por actitudes como esta, la poesía y los textos de tradición oral no están tan presentes en la infancia como deberían estarlo. Es cierto que siempre han sido descalificados por una u otra elite intelectual y por aquellos que no los entienden o los consideran peligrosos o ñoños o anticuados. Sería bueno para ellos saber que la tradición oral tan sabia deja huellas indelebles y profundas allí por donde pasa. Una de esas huellas es el carácter musical de la poesía. Tan cerca de la música está la poesía que ambas nacieron juntas casi, allá en el comienzo de los tiempos, cuando se cantaba lo que se contaba, y siguieron de la mano durante siglos en la tradición oral que las preservó del olvido. Basta recordar el Cantar de Gilgamesh de los sumerios, el propio Cantar de los Cantares de la Biblia, los cantares de gesta medievales, como el Cantar de los Nibelungos de origen germano, el Cantar del Mío Cid o la Chanson de Roland y tantos poemas narrativos que desde el mismo nombre recuerdan la hermandad entre música y poesía y que posteriormente se desmembraron en muchos casos en romances que también eran cantados como el de la Catalina.
Estaba la Catalina
sentada bajo un laurel
mirando la frescura
de las aguas al caer.
De pronto paso un soldado
y lo hizo detener.
-Detengase usted soldado
que una pregunta le quiero hacer.
¿Usted ha visto a mi marido
en la guerra alguna vez?
-Yo no he visto a su marido
ni tampoco sé quién es.
-Mi marido es alto y rubio
y buenmozo como usted
y en la punta de su espada
lleva escrito San Andres.
-Por los datos que me ha dado
su marido muerto es
y me ha dejado dicho
que me case con usted.
-Eso sí que no lo hago.
Eso sí que no lo haré.
He esperado siete años
y otros siete esperaré.
Si a los catorce no viene
a un convento yo me iré
y a mis dos hijas mujeres
conmigo las llevaré.
-Calla, calla, Catalina.
Calla, calla de una vez.
Estás hablando con tu marido
que no supiste reconocer...
Poesía popular (España)
ESTABA EL SEÑOR DON GATO
Estaba el señor Don Gato
sentado sobre el tejado
cuando llegó la noticia
que había de ser casado
con una gata montesa
que tenía cien ducados.
El gato de la alegría
se cayó desde el tejado.
Se rompió siete costillas
y la puntita del rabo.
Vinieron a visitarlo
doctores y cirujanos.
Unos decían: ¡Qué bueno!
Otros decían: ¡Qué malo!
Que traigan al señor cura
para que confiese al gato
y que haga su testamento
por lo mucho que ha robado:
cuatro quesos, dos morcillas
y un chorizo colorado.
Las gatas se ponen luto.
Los gatos, capotes largos
y empiezan los funerales
que le hacen al pobre gato.
Los ratones, de contentos,
se visten de colorado
y celebran una fiesta
bailando por todo el barrio.
Ya lo llevan a enterrar
por la calle del Pescado
y el olor de las sardinas
al gato ha resucitado.
Por eso dicen que dicen:
siete vidas tiene el gato.
Poesía popular (España)
Muchas poesías infantiles de tradición oral siguen aferradas a la música como era en un principio. Puedo pedirles que canten conmigo:
MI BARBA TIENE TRES PELOS
Mi barba tiene tres pelos,
tres pelos tiene mi barba.
Si no tuviera tres pelos,
ya no sería una barba.
Mi ... tiene tres ...,
tres ... tiene mi ...
Si no tuviera tres ...,
ya no sería una ...
Canción popular (España)
O LA PALOMA BLANCA
Estaba la paloma blanca
sentada en el verde limón.
Con el pico cortaba la rama.
De la rama cortaba la flor.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
¿Cuándo vendrá mi amor?
Me arrodillo a los pies de mi amante
Me levanto constante, constante.
Dame una mano. Dame la otra.
Dame un besito sobre tu boca.
Daré la media vuelta.
Daré la vuelta entera.
Haciendo un pasito atrás.
Haciendo una reverencia.
Pero no, pero no, pero no.
Porque me da vergüenza.
Pero sí, pero sí, pero sí.
Porque te quiero a ti.
Canción popular (Argentina)
Aunque ya no siempre se acompañan, la poesía literaria ha heredado esa impronta musical y sigue conservando esa melodía íntima, ese ritmo, esa cadencia que le otorgan las palabras con sus resonancias. Incluso cuando intenta liberarse de la métrica y de las estructuras como la de una estrofa, la poesía es y seguirá siendo sonora y cantarina.
Otro rastro claro de oralidad en la poesía literaria es el uso poético del lenguaje que es por definición la esencia de la poesía, aquello a lo que se aferran quienes atacan o defenestran la rima o las formas estróficas en aras de la modernidad del género. Sin embargo el uso poético del lenguaje no es propio de la poesía literaria-
¿O acaso no son imágenes, personificaciones, metáforas, comparaciones, aliteraciones, hipérbaton, hipérboles, anáforas, paralelismos, antítesis y otros recursos literarios de nombre complejo los que nos deleitan en estos poemas de tradición oral?
Duérmete, mi niño,
mientras voy por los pañales
que están lavados en rosas
y secados con cristales.
Poesía popular (España)
LA VOZ DE ESTE NIÑO MIO
La voz de este niño mío
es la voz que yo más quiero
parece de campanita
hecha a mano de platero
Canción de cuna (España)
Sale el caballito blanco
alumbrando todo el campo.
Sale el caballito negro
alumbrando todo el cielo.
El sol en alto, la luna en medio.
Poesía popular (Chile)
METETE
Metete, metete,
mete cuchara,
no saca nada;
mete palito,
saca un poquito;
mete un bastón,
saca un montón.
Poesía popular (Perú)
Erre con erre, cigarro,
erre con erre, barril;
qué rápido ruedan los carros
cargados de azúcar del ferrocarril.
Poesía popular (Colombia)
LA MELINDROSA
Es la melindrosa
de tal condición
que le dio un desmayo
al ver un ratón.
Estaba cosiendo
y tanto aire hizo
que el hilo al moverse
le dio romanizo.
Del árbol del patio
se cayó una hoja
que al darle en un pie
la ha dejado coja.
Está muy enferma
metida en el lecho
por haberse puesto
un zapato estrecho.
Está enferma en cama
de mucho cuidado
por haberse puesto
un vestido helado.
¡Ay! Está muy grave,
muy grave les digo
por haber tocado
un anillo frío
Y por tomar todo
caliente, caliente,
se quemó la boca
y ha perdido un diente.
Poesía popular (Argentina)
Detengámonos ahora en las adivinanzas, estos breves acertijos de dos, tres o a lo sumo cuatro versos que definen poéticamente el objeto evocado empleando imágenes, metáforas, personificaciones, comparaciones... Todas ellas son una clara muestra del perfecto uso poético del lenguaje que ha hecho la tradición oral.
Redondita con melena,
picante, pero sabrosa;
he visto llorar con pena
al mismo que me destroza.
(la cebolla)
Poesía popular (Chile)
Dos niñas en un balcón
que bailan al mismo son.
(los ojos)
Poesía popular (México)
Un platito de avellanas
que de día se recogen
y de noche se derraman.
(las estrellas)
Poesía popular (Argentina)
La solución al enigma se encuentra escondida en las propias palabras que sugieren, aluden, dan a entender, recuerdan, evocan de manera imaginaria, sensorial, metafórica, un objeto, un animal…
La oralidad deja huellas en aquellos que hemos tenido la suerte de disfrutarla. Sin ella Juana de lbarbourou, no hubiera escrito nunca Las canciones de Natacha II
La loba, la loba
le compró al lobito
un calzón de seda
y un gorro bonito.
Tampoco habrían escrito nanas Camilo José Cela, Javier Villafañe, Francisco Luis Bernárdez, Germán Berdiales, Claudia Lars, Nicanor Parra, Miguel de Unamuno, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, Federico García Lorca, Antonio Machado, Rafael Alberti, Gabriela Mistral que escribió rondas además.
Todo es ronda
Los astros son ronda de niños,
jugando la tierra a espiar...
Los trigos son talles de niñas
jugando a ondular..., a ondular...
Los ríos son rondas de niños
jugando a encontrarse en el mar...
Las olas son rondas de niñas,
jugando la Tierra a abrazar...
Me han escuchado muchas veces hablar de poesía, narrar poesías, defender la poesía, pedir que no esté ausente sin aviso en las escuelas y en la infancia... Pero cuando digo que no falte poesía en la infancia, no me refiero solo a la poesía de autor. Y yo soy autora de poesías. Pido también que rescatemos del olvido la vieja y querida poesía de tradición oral. Es tan sencillo. Solo hay que desempolvar los recuerdos que están allí, dormidos en cualquier esquina de la memoria y volver al patio de la escuela o a la vereda o a la tarde de lluvia o a cualquier tiempo y lugar en el que tuvimos la suerte de ser tocados por su magia. Solo hay que regalarles a los chicos una poesía antes de dormir, además de contarles un cuento. O recibirlos a la mañana en la escuela con una poesía. O pedirles a las mamás o a los abuelos que les enseñen a jugar a los viejos juegos. Dijo María Elena Walsh (3): “…escribir para niños… significa en definitiva reconstruir, recoger piezas diversas de un gran rompecabezas. Reconstruir o reinventar una tradición rota o fragmentada. Reconstruir datos dispersos de la propia infancia. Reconstruir la infancia de los niños actuales... Reconstruir la relación entre padres e hijos... La poesía para niños es reconstrucción y reconciliación.”
Irracional muchas veces, sonora y cantarina, la poesía, esta hija del asombro como la llamaba Saint-John Perse, es absolutamente necesaria en un mundo deshumanizado y cruel. Porque lejos de detenerse en su significado y mucho menos en su finalidad práctica, la poesía despierta los sentidos, nos desordena con su fantasía y anida en el alma, en el insensato rincón de los afectos. La poesía, me atrevo a afirmarlo, nos hace mejores personas, nos redime, nos salva...
Liliana Cinetto
(1) Di Marco, Marcelo: Hacer el verso. Bs. As. Sudamericana, 1999
(2) Pelegrin Sandoval, Ana: Juegos y poesía popular en la literatura infantil-juvenil. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2002
(3)Walsh, María Elena: Poesía y jardín de Infantes. Bs. As. Cuadernos de Alija, 1994

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